Josemi Goldaracena

Biografía de Jose Miguel Goldaracena Iza (1939-2012) Josemi Goldaracena Iza

Nacido en la Gran Vía de Bilbao, fue antiguo alumno del colegio Nuestra Señora de Begoña. De la promoción del 55. Aquel mismo año entró en el noviciado en Orduña, a los 17 años de edad. «En ese momento ninguno de sus compañeros de clase hubiéramos dicho que iría para jesuita. No era el típico meapilas que iba haciendo la pelota a los curas. Tampoco era el empollón ni destacaba en deporte, que luego le apasionaría. Eso sí, entonces ya era un buenazo como ha sido siempre», sonríe Iñaki San Sebastián, compañero de promoción.

periplo tras los estudios Terminados los dos años de noviciado, estudió Humanidades clásicas en Orduña y Villagarcía (Valladolid), pasando a continuación a Loyola (Gipuzkoa), donde se licenció en Filosofía Eclesiástica en 1962. Terminados los estudios filosóficos fue destinado por sus Superiores al Colegio de Tudela (Nafarroa) donde impartió latín y francés y encargado de un curso durante los años 1963-1965.

A continuación comenzó sus estudios de Teología en la Facultad Eclesiástica de Oña (Burgos), siendo ordenado de sacerdote el año 1968. Terminada su formación teológica en 1969, fue destinado por sus superiores al colegio de Indautxu como profesor de Historia y encargado de 5º de Bachiller, distinguiéndose en su ilusión de fomentar el deporte. Fue entonces, en 1972, cuando junto con los también jesuitas Jesús Mendibelzua, Ignacio Larrea e Ibon Bengoa (este último, laico), fundaron el club Loiola Indautxu dando así salida al deporte escolar que tanta importancia tenía en el colegio y con diferentes modalidades.

En 1978 fue destinado como espiritual del colegio de Tudela donde estuvo hasta 1987, año en el que fue destinado a la Residencia de Bilbao, como director del Centro de San Luis, cargo que compaginaba con el de profesor de Religión y espiritual de COU en el colegio de Indautxu. Nueve años más tarde, fue destinado al colegio de Donostia como profesor de Religión y espiritual de los chicos. En 2007 volvió a su colegio de Indautxu como Superior de la Comunidad de jesuitas. Hace dos años, fue destinado a formar parte del equipo de espiritualidad de Loyola, donde ha residido hasta su fallecimiento, dirigiendo numerosas tandas de Ejercicios Espirituales y acompañando espiritualmente a muchas personas.

 Sin embargo, a pesar de residir en Gipuzkoa no dejaba de meterse kilómetros con el coche para ver a jugar y animar a los chavales del Loiola Indautxu. «Ahora, algunos echarán en falta su llamada de lunes para preguntar: ¿A qué hora jugáis? ¿Dónde está ese campo? Aunque nos dieran miedo sus continuos viajes desde Loyola», se sincera José Ramón Urizar, presidente de Asociación de Antiguos Alumnos de Indautxu.

«Aunque ya hacía tiempo que en Indautxu no daba clases, la gente del fútbol está afectadísima. Le conocían por ser el único que les seguía siempre y le estaban agradecido», apunta el director del centro bilbaino, Gotzon García Goti.

Los que fueron sus alumnos también le recuerdan porque les enviaban una felicitación personal el día de su cumpleaños. Lo hacía aquel que fardaba de ser de Bilbao. Suya era la cita cuando le destinaron a Donostia de: «Voy de misiones, a evangelizar del Athletic a Gipuzkoa», bromeaba como el día que a sus alumnos les dijo: «Dios primero creó Bilbao y lo demás no le salió tan bien, pero hizo lo que pudo», evoca la familia Urizar.

La lista de adjetivos le dibujan, ya saben, como con un seis y un cuatro hacen su retrato: «Risueño, bonachón, superdetallista e incapaz de enfadarse. Vivía para los demás», que aporta García Goti. «Gran amigo, discreto, prudente, sin estridencias al estilo jesuítico», agrega José Ramón Urizar. Y como no hay dos sin tres, es el turno del excompañero de clase Iñaki San Sebastián. «Fue discreto, servicial de responder al momento, conciliador, no se metía con nadie y sonriente». ¿Y por qué no un cuarto? «Era de lo más cariñoso que he conocido -agrega el jesuita Alberto Beltrán de Heredia, desde Donostia-. En Navidad y cumpleaños nos felicitaba con una tarjeta. Era muy cercano, se desvivía por los demás. Tuvo mucho contacto con mi hermano. Era de esos que dejan huella y, sobre todo, del Athletic», enfatiza este durangarra que precisamente fue jugador del club bilbaino en infantiles con una curiosidad: en el banquillo estaba como sustituto suyo un a la larga famosísimo león Eneko Arieta, vecino de este jesuita al que apodaban como El rey durangués.

Cerca de Las Bardenas, volverán a recordar a Josemi. «Como me decía un amigo, en el Loiola nos queda un asiento vacío, con su cojín y todo, pero seguro que en esa grada tan grande que es el cielo, siempre estará animándonos a todos cuando nos cueste dar la vuelta al resultado en unos de tantos partidos que jugamos en la vida», señala Urizar mientras como el resto dan señal de que recogen lo que los bolsillos de Goldaracena cosecharon sin él saberlo. «Estamos aquí -redondea Urizar-, para decir a Josemi gero arte, como a los grandes: Los que nunca se van del todo».

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